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jueves, 18 de octubre de 2012

La contradicción - reseña de MALINCHO por Julian Marcel
Cuando leo a artistas que tienen un estilo oral, desencajado, fuerte, directo, en donde la metáfora casi está ausente, siempre me pregunto si el arte efectivamente necesita de la belleza; quiero decir, que cumpla con rigores estéticos afines a la estructura del texto que se hace. Pero enseguida me contesto: No. La belleza es una concepción burguesa que quiere diferenciar, o sobre todo, discriminar (usado en el peor termino de la palabra). La belleza es esencialmente un espíritu libre. Entonces, cabe preguntarse de qué está hecha el arte: algunos me dirán de verdad, otros de denuncia, otros excusaran que el arte no se explica: tengo para mí una hipótesis: el arte está hecho de vida, esencialmente de la vida del artista que lo crea: con sus contradicciones, sus revelaciones y sus oscuridades. A este vericueto un tanto improvisado he llegado después de haber leído Malincho, el libro de reciente aparición de ese genial artista llamado Ioshua. Este corpus de poemas y cuentos sigue la línea general de los libros que nos acostumbramos a leer de este escritor oriundo de Merlo. Sin embargo, creo que hay algo que caracteriza a este libro de todos los demás: acá se pueden identificar hechos que determinan nuestro destino para siempre, sea en buena o mala situación: el amor está presente sí, pero se inserta en forma casi secreta, como si uno solo fuese el que ama con toda la pasión (El chico en la playa, El mejor pibe, La tormenta ejemplifican esta situación). La muerte también también es constante, la violencia desgarradora, inquietante, incómoda: hay cuentos que merecen muchas lecturas, no tanto por su complejidad sino por su enorme carga de violencia poética. Malincho, La Arriera son esos textos que comprometen al lector. Recuerdo haberme quedado en silencio durante algunos segundos y luego largar un suspiro tras terminar estos textos. Ignoro si fue la intención de Ioshua despertar esa sensación en los lectores. Al libro lo acompañan un prefacio poético a cargo de esa excelente poeta llamada Inés Púrpura (de la que en breves días hablaremos), una tesis/entrevista a cargo de Matías Piro y tres reportajes concedidos por Ioshua a tres medios distintos. Intuyo que estos apéndices no tienen una intención ególatra sino la de querer hacernos contemplar el límite difuso entre su literatura y la cruel patria en la que vivió (*). Y es precisamente ese límite difuso lo que nos permite llamar artista a Ioshua, porque es ahí, en esa viva contradicción, en la que se desarrollan todos sus libros. Y Malincho, afortunadamente, no es la excepción. (*) Entiéndase patria en cuanto a infancia, no en el aspecto nacionalista.

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